Y sucedió conmigo como con un árbol nuevo,

que es plantado en el suelo

y al principio parece joven y tierno, floreciente al ojo,

especialmente por la lozanía de su crecimiento,

pero no da fruto todavía y aunque tiene su florescencia,

los capullos caen:

hace falta que sea batido por los vientos fríos,

y azotado por el cierzo helado y

la nieve para que aquella madurez se traduzca en flor y fruto.

Así pasó conmigo: ese primer fuego solo fue un principio y no una luz constante y

duradera; y desde entonces muchas veces el frío viento se abatió sobre él, pero sin

lograr jamás extinguirlo.

A menudo el árbol sintió la tentación de ver si podía dar ya fruto y se llenó de

capullos. Pero los capullos fueron arrancados hasta ahora en que ha llegado el

momento del fruto.

Es de esta luz que yo obtengo ahora mi conocimiento, mi voluntad, mi impulso y mis

esfuerzos. Por lo tanto escribiré este conocimiento de acuerdo con mi capacidad y

dejaré al Señor hacer su voluntad. Y aunque enfureciera a todo el mundo, al Diablo y

a todas las puertas del infierno, lo haré y observaré hasta ver qué intenta hacer el

Señor de él.

Porque soy demasiado débil para conocer sus propósitos. Y aunque el Espíritu a

veces permite que a través de esa luz puedan visualizarse algunas cosas futuras, de acuerdo con el hombre exterior soy demasiado débil para aprehenderlas.

El espíritu animado o alma, que desenvuelve sus poderes y se une a Dios, le

comprende bien, pero el cuerpo animal solo obtiene un reflejo, un relámpago breve de

comprensión. Este es el estado de movimiento interior del alma, cuando atraviesa la cutícula exterior por acción del Espíritu Santo.


1 comentarios:

monsieur dijo...

Que verdad mas grande..y que bella forma de expresarse nos muestra la vida y el camino a seguir para llegar a la unión con el Padre.
Gracias por compartir.. es bello.
Bendiciones.

Publicar un comentario