Cuando el resplandor surge en el centro, uno ve a través de él, pero no puede aprehender, ni sujetar lo que ve; le sucede a uno como en una tormenta eléctrica, cuando el resplandor del fuego surge súbitamente y asimismo desaparece. Así pasa en el alma cuando se abre una brecha en pleno combate. Entonces contempla a la Deidad como el resplandor del relámpago, pero la fuente y el despliegue de los pecados la cubre súbitamente de nuevo. Pues el viejo Adán pertenece a la tierra, y no, a la causa de Dios. En este combate he pasado pruebas terribles que han amargado mi corazón. Mi Sol a veces se ha eclipsado y a veces extinguido, pero siempre se alzó de nuevo. Y cuanto más a menudo se eclipsaba, más resplandeciente y claro se alzaba de nuevo. ... Me maravilla que Dios pueda revelarse tan plenamente a un hombre tan simple y que además a ese precisamente le ordene escribirlo; sobre todo habiendo tantos hombres sabios, que lo harían mejor y más exactamente que yo, que soy tan poca cosa y un ser tan estúpido para el mundo. Pero yo no puedo ni quiero oponerme a él, aunque a menudo me opuse a él, y si no fuera su impulso y voluntad el que yo lo hiciera, ya me habría retirado la tarea; pero lo único que obtuve con oponerme fue recoger mis piedras para el edificio. Ahora he trepado tan alto que no me atrevo a mirar para atrás, pues temo al vértigo y ya no me resta más que un pequeño trecho para llegar a la meta que mi corazón aspira, anhela y desea alcanzar en plenitud. Mientras voy subiendo no siento el vértigo, pero cuando miro para atrás y entreveo la posibilidad de regresar, entonces me viene el mareo y el miedo de caer. Por lo tanto he puesto mi confianza en el Dios fuerte y ya veremos qué sucede. No tengo sino un cuerpo, el cual es mortal y corruptible, gustosamente lo aventuraré en la empresa. Si la luz y el conocimiento de mi Dios permanecen conmigo, tengo suficiente para esa vida y la que le sigue.

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